sábado, 15 de diciembre de 2007

ESPERANDO EL AUTOBÚS


Era adolescente. Ser adolescente es difícil. Recordarte adolescente es en ocasiones vergonzoso. Pero la adolescencia, por sí sola es un atenuante para todo y las vergüenzas de de Yo adolescente son las de todos en esa etapa. Qué etapa más imbécil la del cambio a la madurez ¡

Estábamos en la parada de autobús. Por entonces, íbamos todos en bandada a la playa y nos quedábamos todo el día hasta volver ya anocheciendo achicharrados. Yo siempre con las corvas en carne viva y la cara encendida como una bombilla de club de alterne.

Estábamos en la parada. Todos. Cómo cabríamos tantos en una autobús? Seguro que estaba también el chico que me gustaba, que no recuerdo quién era, pero entonces siempre me gustaba alguien.

Estábamos esperando el autobús y de repente observé algo abultado debajo de mis pantalones a la altura del tobillo.

Podía haber sido discreta. No decir nada. Callar. Ver qué era y después de descubrirlo tomar una decisión. No fue así. Claro que no. La discreción y yo nunca fuimos parientes. Ni siquiera nos presentaron.

Me puse a decir en voz alta, con mi voz alta de adolescente: ¿Esto qué es? ¿Qué es esto?, hasta captar la atención de todos. No sé si imaginé que me habían dejado un regalo sorpresa bajo el pantalón. No sé qué pretendía yo entonces.

Supongo que con las prisas de irme me quité el pantalón corriendo, junto con las bragas, me puse el bikini y que volví a colocarme rápido el pantalón. Y no advertí que las bragas seguían allí. Y las impulsé con el pie hacia abajo. Y eso era lo que abultaba.

Y entonces, allí, en la parada de autobús, una vez captada la atención de todos, yo… como una maga en su mejor truco de magia tiré de la puntita y…”Vuala¡¡¡ las bragas salieron toda de golpe. Toda ella en todo su esplendor de braga grande y alta de hilo, blanca de agujeritos como esa sevillana tan ordinaria,…

No recuerdo la reacción de los presentes porque yo ya no estaba. No sé si salí corriendo o simplemente cerré los ojos para no ser, que es más rápido y cansa menos. Seguro que el autobús llegó entonces y me salvó.

Realmente todos tenemos situaciones extrañas que nos han sucedido y que pasan a ser anécdotas divertidas, aunque maltita la gracia de cuando te pasa y sobre todo a esas edades donde todo tiene tanta importancia.

No sé por qué me acordé hoy de esto. De todas formas es curioso que ya desde pequeña estuviese yo con unas bragas en la mano en una parada de autobús.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La adolescencia...

Esto promete.

Qué momentos! Qué nostalgia!

Yo volvería a pasar por ella, con todo mi patoseo, mi ignorancia, mi verguenza pero con respeto y educación que ahora las niñat@s dejan mucho que desear.

Anónimo dijo...

Si no pones la @ en el artículo que antecede a niñat@s se te ve el plumero, Patiño.

Anónimo dijo...

Una entradita pa despedir el año, no?
Ya que etas navidades nos has dejado sin chrismas...