miércoles, 26 de diciembre de 2007

2007


Si miro pa´trás no me acuerdo.

Si sé que comencé el año nuevo como siempre, en casa de mis padres. Que ese año fue el primero que me tocó no beber en la cena pa llevar el coche. Que mi cuñado me dio la noche. Que empecé durando más que nadie, al igual que terminé el año anterior…, así que a medida que la gente me iba abandonando, yo iba buscando gente nueva, y así hasta que el mundo se acostó y me quedé yo sola.


Luego fue el episodio imborrable e incontable de la mala malísima que le dio por llamarme mientras el mundo seguía durmiendo para ponerme de vuelta y media y ella sentirse mejor, que no lo consiguió, y sobre todo para echarme todas sus maldiciones encima. Y eso,…no sé, pero alguna me llegó. Hija de puta¡¡


Empecé el año extraño y realmente ha sido extraño. Ni bueno, ni malo, sino original.


Enero y febrero están vacíos en mi recuerdo. Lo que realmente me ayuda a recordar es este blog que inicié en marzo, cuando aún el hippy coleaba en mis sentimientos. Y ya llovió mucho, y la lluvia se llevó el polvo viejo y trajo olores nuevos y renovados. Y menos mal que se llevó la melancolía que dejan los amores acabados. Y eso sí que no me volvió en este año y que agradezco enormemente.


Creo que es el año que menos sufrí por amor y eso en mí, tan dramática siempre, es una novedad. Será que me hice grande y dejé de creer en los cuentos de hada. Será que al desnudar a los príncipes, al quitarle las coronas y las ropas, me parecen tan chicos como yo, y no me asustan.


Todo lo que no escribí en el blog, que es casi todo, también lo recuerdo al leer lo que sí escribí. Por lo tanto, aunque a veces me enfadé conmigo por haber comenzado un diario en la red, ahora me alegro al leer y saberlo y sentirlo no como un diario sino como una serie de historias que entonces elegí contar y que la mayoría de ellas hoy me hacen sonreir e incluso reir a carcajadas.


El año me trajo más historias, más novelas y más cuentos, y convirtió mi vida en un cuento. Aunque no puedo ni quiero decir, con final feliz, porque espero que el final me quede lejos.


Pero sí me sucedieron muchas cosas muy lindas. Muy feas también. Pero hoy sólo recuerdo las lindas. Será que son las realmente importantes. Será que escogí para escribir un momento de calma y pongo todo en calma. Será que me cogió positiva. Será que estamos aun con esta navidad metida en el cuerpo, que te enternece y te hace buena. Será…

sábado, 15 de diciembre de 2007

ESPERANDO EL AUTOBÚS


Era adolescente. Ser adolescente es difícil. Recordarte adolescente es en ocasiones vergonzoso. Pero la adolescencia, por sí sola es un atenuante para todo y las vergüenzas de de Yo adolescente son las de todos en esa etapa. Qué etapa más imbécil la del cambio a la madurez ¡

Estábamos en la parada de autobús. Por entonces, íbamos todos en bandada a la playa y nos quedábamos todo el día hasta volver ya anocheciendo achicharrados. Yo siempre con las corvas en carne viva y la cara encendida como una bombilla de club de alterne.

Estábamos en la parada. Todos. Cómo cabríamos tantos en una autobús? Seguro que estaba también el chico que me gustaba, que no recuerdo quién era, pero entonces siempre me gustaba alguien.

Estábamos esperando el autobús y de repente observé algo abultado debajo de mis pantalones a la altura del tobillo.

Podía haber sido discreta. No decir nada. Callar. Ver qué era y después de descubrirlo tomar una decisión. No fue así. Claro que no. La discreción y yo nunca fuimos parientes. Ni siquiera nos presentaron.

Me puse a decir en voz alta, con mi voz alta de adolescente: ¿Esto qué es? ¿Qué es esto?, hasta captar la atención de todos. No sé si imaginé que me habían dejado un regalo sorpresa bajo el pantalón. No sé qué pretendía yo entonces.

Supongo que con las prisas de irme me quité el pantalón corriendo, junto con las bragas, me puse el bikini y que volví a colocarme rápido el pantalón. Y no advertí que las bragas seguían allí. Y las impulsé con el pie hacia abajo. Y eso era lo que abultaba.

Y entonces, allí, en la parada de autobús, una vez captada la atención de todos, yo… como una maga en su mejor truco de magia tiré de la puntita y…”Vuala¡¡¡ las bragas salieron toda de golpe. Toda ella en todo su esplendor de braga grande y alta de hilo, blanca de agujeritos como esa sevillana tan ordinaria,…

No recuerdo la reacción de los presentes porque yo ya no estaba. No sé si salí corriendo o simplemente cerré los ojos para no ser, que es más rápido y cansa menos. Seguro que el autobús llegó entonces y me salvó.

Realmente todos tenemos situaciones extrañas que nos han sucedido y que pasan a ser anécdotas divertidas, aunque maltita la gracia de cuando te pasa y sobre todo a esas edades donde todo tiene tanta importancia.

No sé por qué me acordé hoy de esto. De todas formas es curioso que ya desde pequeña estuviese yo con unas bragas en la mano en una parada de autobús.