martes, 2 de septiembre de 2008

VOLVER



Esperaba la vuelta a casa por recuperar la poca independencia que aun me queda después del parto. Pero temía, y aun temo el verme sola con mi chico y no ser capaz de hacer de mama sin morir en el intento.

Por supuesto que echo de menos a mi familia, incluida y sobretodo la abuelita psicópata. Se nota mucho. Tener que ocuparme de mi gordo yo sola y además cocinar, lavar, planchar, limpiar y demás actos a los que ya no estoy acostumbrada es complicado. Y más con el olvidado dolor de espaldas que me ha vuelto por acostumbrar al nene a los brazos.

El chico extraña todo, por lo que la primera noche fue complicado poder coger el sueño con todo tan extraño alrededor, tantos colores,… Pero fue bien.

Al día siguiente fue peor. Ducharme con un niño al lado en una hamaca en el suelo y aparecer y desaparecer tras las cortinas con un “traaaa¡” para que no llore, vestirme a su lado mientras me mira desnuda asombrado y descojonado tras el descubrimiento, comerme una tostada retostada dos veces en tres asaltos y dejar la mitad, estar más de media hora tomando un café y compartirlo con una mosca que vive con nosotros y que se tomó la mitad caliente y yo me quedé con la fría, entrar y salir del baño con las bragas por las rodillas cada vez que siento el llanto y sin poder terminar lo que iba a hacer,… En fin. Esas pequeñas cosas…

Supongo que me acostumbraré. Yo al caos siempre me acostumbro. Y este de ahora que me viene tan guapo y que sonríe tanto…mucho más.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso es lo que te queda, guapa. Despidete de la libertad. Ya tienes que mirar por ese precioso niño que tienes.

Anónimo dijo...

Eso también es la libertad. Tu gordo y tu, tu y tu gordo.
Pocos son tan libres como tu y si le miras a la cara cuando se rie, además de ser libre, eres feliz. ¿Qué más se puede pedir?

Mael.