Estaba acostumbrada a vivir la vida de forma intensa. A mirar por mí, a divertirme, a tener mucho tiempo libre, a disfrutarlo, a no mirar por nadie, a no dar explicaciones, a ser egoísta, a salir, a leer, a hacer lo que me apetecía en el momento que me apetecía, a no comer, a dormir poco, a follar mucho, a tirarme juergas de fin de semana, a descontrolar,…
Y ahora es como si la vida se hubiese parado en seco. Cogió otro camino distinto, donde ahora lo importante no soy yo, la prioridad no soy yo, el centro no soy yo. Vivo pendiente de otra persona que me necesita, que depende de mí, que me llama, que me sonríe, que me llora…
Y a veces me angustio. Porque aunque sé que mi vida cambió, tengo que incorporar los cambios dentro de mi otra vida. Y soy incapaz. Incapaz de relajarme un rato y tomarme una copa, incapaz de no acudir a cada llamada, incapaz de tomarme un respiro aún sabiendo que no pasa nada, que todo va bien.
Y me pierdo una parte de la vida, que también es mi vida.
Y entonces, cuando él se duerme y yo me relajo y todo queda en silencio, como cerré la puerta y puse en silencio los móviles… entonces… sueño.
Y sueño con una vida que podría ser la mía. No con una vida distinta donde él no existiese, no con un cuento de hadas, no con ilusiones vanas, no con historias imposibles…no.
Sueño con momentos que podría vivir, con historias que podrían pasar, con licencias que podría aceptar, con besos que podría sentir, con palabras que podría escuchar,…
Cuando apago las luces y todo está en calma, cuando cierro los ojos y me dejo caer, entonces…entonces… sueño contigo.